Dios también es amor

Escribir sobre el amor de Dios no deja de ser un atrevimiento desde cierto punto de vista, porque es adentrarse en el mundo misterioso, inalcanzable de la misericordia infinita de Dios

Ed CCS, 212 p.
Autor: Maximiliano Calvo.
Primera edición, 2001. Sexta edición, 2008

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Descripción

Capítulo: 22 Dios nos da vida eterna por amor (II)

«Cristo Jesús… ha destruido la muerte y ha hecho irradiar vida e inmortalidad por medio del Evangelio»
(2 Tm 1,10).

1. Cristo, restaurador de la vida

Si la Humanidad estaba muerta por el pecado, Dios podía optar por una de estas dos respuestas: dejarla como estaba o ir en su ayuda para sacarla de esa situación. El Dios del amor decidió voluntariamente venir en ayuda de los hombres para re-crearlos de nuevo, es decir, para darles la oportunidad de recuperar la vida que habían perdido, cuando se la jugaron a una carta. Tal fue el plan que tenía que llevar a cabo el Hijo en el mundo.

El primer paso estaba condicionado por la situación del hombre pecador: su enfermedad era el pecado y había que empezar a tratar con ella. ¿Cómo lo hizo Dios? La decisión que tomó fue enviar a su Hijo para que pusiera remedio a la situación, ya que no había entre los hombres nadie capaz de hacerlo. El nuevo Catecismo (núm. 602) lo explica con estas palabras: ‘Los pecados de los hombres, consecuencia del pecado original, están sancionados con la muerte. Al enviar a su propio Hijo en la condición de esclavo, la de una humanidad caída ydestinada a la muerte a causa del pecado, Dios ‘a quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él’ (2 Co 5, 21).

Y añade en el núm. 603: ‘Jesús no conoció la reprobación como si él mismo hubiese pecado. Pero, en el amor redentor que le unía siempre al Padre (Jn 8, 29), nos asumió desde el alejamiento con relación a Dios por nuestro pecado hasta el punto de poder decir en nuestro nombre en la cruz: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’ (Mt 27,46). Al haberle hecho así solidario con nosotros, pecadores, ‘Dios no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros’ (Rm 8,32) para que fuéramos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo’.

2. Una oferta increíble

Estamos acostumbrados a recibir sin cesar ofertas muy variadas, que tienen siempre algo en común: tienen que ver con la compraventa y vienen arropadas dé una buena propaganda que las hace apetecibles. Más tarde comprobamos que pocas veces hay correspondencia entre lo que nos ofrecen y el resultado de lo que nos ofrecen. Pero no nos asusta. Nuestra vida moderna está montada sobre este sistema y lo vemos normal. Pero, si de repente viniera alguien ofreciéndonos traspasarnos su vida y además sin cobrarnos nada, ¿lo escucharíamos? Y si además nos dijera que esa vida era eterna y que quien creyera en él podría tenerla para siempre, ¿cómo reaccionaríamos? Tratemos de imaginar cómo reaccionarían los oyentes de Jesús cuando oyeran repetidamente que les ofrecía vida y además vida eterna. Jesús hizo esto con insistencia, porque era parte de su misión ante los hombres.

Era una misión difícil, pero Jesús aceptó voluntariamente esta misión, aun sabiendo cuántos problemas y sufrimiento le iba a traer. Por su amor al Padre fue capaz de asumirla y llevarla a cabo con gozo. Su oferta era la vida que el hombre perdió y así la anunciaba desde el principio de sus intervenciones en público, al hablar de la misión que el Padre le ha encomendado: ‘He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día'(Jn 6,38-40).

+ La oferta de vida fue algo que iba a repetir insistentemente a lo largo de su predicación. En esta línea se presentó como pan de vida eterna cuando dijo: ‘Yo soy el pan de la vida’ (Jn 6,48).

+ Y aunque no lo iban a comprender, insistió ofreciéndose a sí mismo como pan de vida y dijo: ‘Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo'(Jn 6,51).

+ Los judíos no podían entenderlo -¿cómo iban a entender semejante misterio?- y discutían lo que para ellos era un absurdo; pero Jesús añadió: ‘El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida’ (Jn 6,53-55).

+ Otras veces usaba expresiones más sencillas que pudieran entender sus oyentes y les hablaba empleando palabras e imágenes familiares para todos, como la luz, y les decía: ‘Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida'(Jn 8,12).

+ O empleaba términos relacionados con el pastoreo, que tan bien conocía aquella sociedad agrícola y pastoril, y se expresaba así: ‘Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas'(Jn 10,10-11).

+ Y tal vez porque sus oyentes pensaban que no habían oído bien, les repetía: ‘Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas'(Jn 10,14-15).

+ Y a aquellas gentes, que se creían las únicas con derecho a esperar un Mesías y ser alcanzadas por su salvación, les hacía saber que su misión alcanzaba a todos los hombres, porque el amor universal de Dios es para toda la Humanidad, ya que todos estamos necesitados de él: ‘Tengo otras ovejas que no son de este redil; también a éstas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño y un solo pastor'(Jn 10,16).

+ Próximo ya el momento cumbre de su pasión y muerte, se mostraba preocupado sobre todo por realizar con perfección su misión y se dirigía al Padre con esta súplica: ‘Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado'(Jn 17,2).

Entregando su vida nos alcanzó el perdón de los pecados y nos abrió la puerta para una nueva relación de vida con el Padre, que nos iba a hacer hijos suyos. Entregando su vida a la muerte, abrió las fuentes de la vida para todos los que quieran beber de ellas. El apóstol Pedro pone énfasis en el rescate con estas palabras: ‘Habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos a causa de vosotros’ (1 P 1,18-20).

San Juan resume una obra de tal magnitud con estas breves y profundas palabras, que nos llevan a centrarnos en la persona de Cristo, fuente de toda vida, más que en la vida misma, aun siendo ésta la que al final se alcanza: ‘Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo, tiene la vida; quien no tiene al Hijo, no tiene la vida’ (1 Jn 5,11-12).

3. ¡Y todo por amor!

Una obra tan extraordinaria como la que Dios ha llevado a cabo entre los hombres por medio de su Hijo y el fin que la ha motivado hablan por sí mismos del amor que tiene que haber detrás de ella. Por muchas razones que busquemos no podemos encontrar ninguna que la justifique humanamente, Sólo una motivación divina, de alcance infinito, podía mover la voluntad de Dios hasta decidirse a llevar a cabo el plan de rescate de la Humanidad y devolverle su vida del modo como lo hizo. Pero la Palabra revelada, que nos muestra la verdad, al margen de que la entendamos o no, nos lo da a conocer en muchas ocasiones y de muchos modos.

+ San Pablo nos hace ver la participación de la Trinidad en el plan de salvación. Del Padre parte la iniciativa, el Hijo lleva a cabo el plan de redención y el Espíritu Santo nos hace hijos de Dios y nos da la nueva vida. Ytodo sin ningún mérito por parte nuestra; al contrario, la pesar de nuestros deméritos! Dice a su discípulo Tito: ‘Cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres, él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, que derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador'(Tt 3,4-7).

+ La obra realizada por Cristo en favor de los hombres ha sido de principio a fin una demostración palpable y visible de un amor de Dios que no podíamos ver ni comprender: ‘En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió a su hijo único al mundo para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados’ (1 Jn 4,9-10).

+ Juan nos hará ver también que eso es amor y que ésa es la más evidente manifestación de su amor: ‘En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros’ (1 Jn 3,16).

La Palabra de Dios llama nuestra atención en ocasiones sobre la inmensidad de ese amor. Sabemos que es infinito y por tanto incomprensible para el hombre; pero necesitamos esforzarnos por comprenderlo y, sobre todo, pedir a Dios que nos ayude a entrar en el misterio de su inmensidad. Ya al principio de su vida pública le dijo Jesús a Nicodemo: ‘Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna’ (Jn 3,16). El evangelista ya no recoge después ninguna respuesta de Nicodemo, no sabemos si quedó callado tratando de entender loque había escuchado o bien obligado al silencio por la magnitud del descubrimiento.

+ En otra ocasión Jesús relaciona el amor con la entrega de la vida diciendo: ‘Nadie tiene mayor amor que el que da la vida’ (Jn 15,13), y al mismo tiempo anuncia la libre entrega de la suya a favor nuestro con estas palabras: ‘Doy mi vida para recobrarla de nuevo, nadie me la quita; yo la doy voluntariamente’ (Jn 10,17-18).

+ San Pablo alude al contraste entre el pecado del hombre por una parte y el amor de Dios y los efectos de ese amor por otra, en su carta a los cristianos de Éfeso, cuando les dice: ‘Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo -por gracia habéis sido salvados- y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús'(Ef 2,4-7).

+ Dios no se muestra como un ser lejano, indiferente a las vicisitudes humanas e inabordable en su perfección. Él se ocupa de los hombres, nos sigue con su providencia y quiere salvarnos, aunque seamos malos, injustos o ingratos, porque no se complace en la muerte del pecador, sino en que se convierta de su conducta y viva. Cuando Israel anda diciendo: ‘Nuestros pecados y nuestros crímenes pesan sobre nosotros y por causa de ellos nos consumimos. ¿Cómo podremos vivir?’ (Ez 33,10), el Señor encarga a Ezequiel que les diga: ‘Por mi vida, oráculo del Señor, que yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta de su conducta y viva’ (Ez 33,11). Así es nuestro Dios, y así es su amor.

Entregando su vida, Jesucristo abrió las fuentes de la vida para todos los que quieran beber de ellas.

ÍNDICE

Introducción

1. Creados para el amor
2. El amor humano
3. En la fuente del amor
4. Dios habla de su amor
5. Dios manifiesta su amor
6. Dios entrega su amor
7. El amor de Dios es diferente
8. El amor de Dios es fiel
9. El amor de Dios es compasivo
10. El amor de Dios es gratuito
11. Dios nos crea por amor (I)
12. Dios nos crea por amor (II)
13. Dios nos perdona por amor (I)
14. Dios nos perdona por amor (II)
15. Dios nos salva por amor (I)
16. Dios nos salva por amor (II)
17. Dios nos redime por amor (I)
18. Dios nos redime por amor (II)
19. Dios nos hace hijos por amor (I)
20. Dios nos hace hijos por amor (II)
21. Dios nos da vida eterna por amor (I)
22. Dios nos da vida eterna por amor (II)
23. Dios nos corrige por amor (I)
24. Dios nos corrige por amor (II)

Apéndice